
Disgregación y resistencia
Hay soledades incomparables en su compartir. En realidad, sólo quien es capaz de soledad puede estar de veras con los demás. Pintadas en la pared de la habitación de un anacoreta, en una casa muy deteriorada de la ciudad italiana de Turín, se podían leer estas palabras: Quien va al desierto no es un desertor. Paradójicamente, a pesar del significado de desertor (aquel que abandona un deber o un compromiso y huye hacia un zona deshabitada), esa inscripción quizá contenía toda verdad. Es obvio que, en sentido figurado, el desierto no se encuentra sólo en las vastas extensiones de tierra árida o agrieteada, ni en los mares de arena abrasados por un sol de justicia; el desierto está en todas partes y en ninguna: en medio de la ciudad, por ejemplo. Quien va al desierto, es sobre todo un resistente. No necesita coraje para expandirse sino para recogerse y, así, poder resistir la dureza de las condiciones exteriores. El resistente no anhela el dominio, ni a colonización, ni el poder. Quiere, ante todo no perderse a sí mismo pero, de manera muy especial, servir a los demás. Esto no debe confundirse con la protesta fácil y tópica, la resistencia suele ser disidente.
Josep Maria Esquirol es profesor de Filosofía en la Universidad de Barcelona, donde dirige el grupo de investigación Aporía. Una entrevista al autor, aquí.
Podéis comprar este libro a través de nuestra web o rellenando el siguiente formulario.